- Crónica: Cazarabet
- Fuente: Cazabaret.com
Jesús Díaz Herrera se acerca y pone la mirada aguda y perspicaz sobre uno de los políticos de la historia contemporánea española con más dinamismo, tanto en las formas como en los contenidos,
Además pestaña pasó por la historia y se le recuerda como un hombre discreto, apacible y de ideas tan claras como firmes… era, Pestaña, de los que iban a por faena…
Lo que nos dice la editorial, Descontrol, de este libro:
Hablar de Pestaña, del sector posibilista del Movimiento Libertario, de otros discursos más allá de los tradicionales en los medios libertarios de nuestro país, no es nada habitual. Y por esta razón hay que dar la bienvenida a este texto en la medida que permite conocer otras sensibilidades del espectro libertario hispano, tener la posibilidad de releer textos ya conocidos desde otra perspectiva y, sobre todo, dar voz a un sector, minoritario eso sí, para que nos introduzca en los matices de este pensamiento, desde interpretaciones actuales y a la luz de nuevas investigaciones comparativas y por tanto, novedosas.
Por otro lado, es preciso dejar sentado el importante papel desempeñado por Ángel Pestaña en el devenir de la CNT en los tiempos que le tocaron vivir, para concluir la pertinencia de abrir una reflexión sobre sus propuestas y profundizar sobre las mismas, aunque sea desde la discrepancia.
-Amigo Jesús, este es un libro que trata y que desde la mano y el pensamiento político y la manera de hacer de Ángel Pestaña nos pone sobre la pista de cómo concebir la política… ¿qué nos puedes decir?
Bueno, en primer lugar quisiera agradeceros el interés y enviar un saludo a todos los lectores.
Hablar de anarquismo y anarcosindicalismo y relacionarlo ipso facto e irreversiblemente con las ideas ácratas y apolíticas puede ser comprensible dada la desinformación tendenciosa en la que se mueve el intelecto colectivo de nuestros días. Tanto los profanos como los que se erigen en profetas de la materia que pretenden acotar todo el saber en un marco cerrado de referencia han hecho flaco favor a las ideas políticas y sociales libertarias que tan en boga estuvieron en los círculos obreros revolucionarios de nuestro país. Ángel Pestaña concebía la política como una facultad, como un procedimiento que permite a los hombres reunirse y establecer normas de referencia para lograr una mejor convivencia común. Entonces, si entendemos la política como un ejercicio de organización social, los libertarios no pueden escapar a esta necesidad de “hacer política”. Si la entendemos – la política – como una opción de organización al margen de partidos y del sistema parlamentario y decidimos vivir apartados del sistema creo que hacemos el juego al poder de un modo irresponsable. Esto que digo no será un enunciado lo suficientemente anarquista para los gurús ideológicos del movimiento, pero me da igual. La etiqueta y el dogmatismo también deberán ser desterrados del movimiento libertario; un movimiento que va mucho más allá de la F.A.I (Federación Anarquista Ibérica) y de sus preceptos sacrosantos.
-En el libro se reflexiona sobre el concepto de política, de participación en ella y “tirando de ella” y también desde cómo el pensamiento, la idea y el ideal anarquista podía y debía participar de la política…
Sí, así es. En realidad estamos girando continuamente alrededor del mismo tema abarcado desde diferentes ángulos: ¿Ser anarquista es, necesariamente, ser apolítico? ¿Qué queremos decir exactamente cuándo afirmamos que los anarquistas son apolíticos? ¿Cómo se puede poner en marcha un modus vivendi alternativo esperando que cunda el ejemplo como por arte de magia?… ¿Cómo echar abajo un mundo dominado por valores jerárquicos en el que sus miembros se relacionan entre sí de un modo vertical? El mundo utópico que aparecería tras el apocalipsis del actual en el que vivimos, ¿estaría exento de los problemas y las lacras sociales que pueblan a merced este que sufrimos actualmente? ¿Estaría libre de conflictos? ¿Serían los fines de todos los hombres compatibles entre sí?
-Porque, en resumidas cuentas, todo se rige en la vida por “hacer política”; todo es y se determina” haciendo política”, ¿no?…
Francamente, creo que sí. De hecho, incluso aquellos que la desprecian la practican porque se quiera o no, hacer política es algo intrínseco al ser humano… que lo define como tal.
-Es un libro, también de sociología…de sociología que mira a la política…
Es un libro de Sociología porque se intenta hacer en él un análisis más o menos científico del funcionamiento y estructura de una sociedad humana en un momento determinado. Se intentan analizar los acontecimientos dentro de una organización conformada por personas, todas ellas hijas de su tiempo y de sus circunstancias, entre las que se encuentra nuestro protagonista, Ángel Pestaña. Pero diría más: no sólo es un libro de Sociología. En este libro se ha construido un cuerpo teórico apoyado sobre una base multidisciplinar. La hipótesis y la tesis de este libro hunden sus raíces en disciplinas como la Historia y en teorías antropológicas y filosóficas del poder y el liderazgo. Es un libro de Ciencia Política si se quiere. Posiblemente sea también un libro de corte excesivamente académico… asumo este “pecado”. Si el lector hace un pequeño esfuerzo podrá encontrar en él numerosas citas y referencias bibliográficas sobre el tema que se trata, a saber: el liderazgo político de Ángel Pestaña, y entenderá rápidamente, espero, que toda explicación es poca y siempre necesaria para contextualizar y poder hablar con conocimiento de causa de un movimiento social de gran relevancia al que debemos todos los respetos. No podríamos entender el actual estado de cosas en nuestro país, sin hablar de la influencia que tuvieron los anarquistas en la vida política española. Hablemos, pues, y despojemos a esta ideología y a sus adeptos de misticismos y caricaturizaciones interesadas.
-Pero eliges a Ángel Pestaña porque éste es partidario de “entrar y participar de la política” (lo que es el posibilismo en España desde el anarquismo) para cambiar las cosas echándose a la arena…porque a veces, en según qué circunstancias, toca eso, ¿no?
En primer lugar, me gustaría remitir a los lectores a la tesis de Raúl Ruano publicada por la Fundación Anselmo Lorenzo en 2009. En su obra “Sociología y anarquismo: análisis de una cultura política de resistencia”, Ruano se vale de una cita de Charles Wright Mills, sociólogo estadounidense, para realizar una declaración de intenciones a mi juicio acertada y que no debe restar ni un ápice de cientifismo a este tipo de trabajos. Todo investigador social que se precie trabaja determinado por la trinchera ideológica desde la que arroja sus argumentos. Así pues, no negaré que la elección de este tema responde a un interés personal por el anarquismo. Mills lo dice así:
En todo momento he tratado de ser objetivo, pero no pretendo ser un desinteresado. Ningún filósofo político puede ser un desinteresado; sólo puede presumir de serlo.”…
En segundo lugar, diría que elijo a Ángel Pestaña porque es uno de los grandes, aunque su figura ha sido injustamente tratada a mi entender. Pestaña desarrolló un papel muy importante en la CNT, que fue el mayor sindicato obrero de su tiempo en cuanto a afiliados e influencia social sobre las masas. Fue una figura de primer orden que dejó con su opción posibilista una grieta abierta en el movimiento anarcosindical, por la que siguen escapando del dogmatismo todos aquellos que reniegan de corsés ideológicos sin dejar de sentirse anarquistas de principios… libertarios de corazón.
-Aunque los anarquistas más próximos a la FAI como Durruti, García Oliver…en un principio y para nada estaban por entrar en política, aunque después el propio García Oliver o la Montseny formaron parte del gobierno de Largo Caballero…
-Muchos de los anarquistas puros, defienden estas apariciones estelares en el gobierno de la Segunda República justificándolas por la imperiosa necesidad de alienarse con el bando que combatía al fascismo. Hubo muchos desacuerdos internos por esta participación directa en el gobierno que superaba el mero colaboracionismo de la CNT, pero estos críticos no pudieron dibujar alternativas plausibles y estables. El aislamiento en ese momento no era una opción, me pregunto por qué lo ha de ser ahora… Lo más importante – señalaban los que antes vilipendiaron a los firmantes del Manifiesto de los Treinta – era ganar la guerra, si bien querían diferenciarse de los posibilistas poniendo énfasis en que su decisión era coyuntural. Sea como sea, lo cierto es que los ministros cenetistas, de los que se dice tuvieron una presencia testimonial, pusieron en marcha iniciativas de gran relevancia que sin duda se vieron cercenadas por la situación conflictiva del país y su fugaz legislatura. Federica Montseny, ministra de Sanidad; Juan Peiró, ministro de Trabajo; Juan López, ministro de Comercio, y Juan García Oliver, ministro de Interior, son los cuatro Ministros anarquistas que innovaron con proyectos como la ley de parejas de hecho, ley de adopción, exenciones penales, uso de pisos desocupados, alquileres subvencionados y comedores sociales, temas que han seguido siendo punta de lanza de la izquierda hasta nuestros días… así pues, todos ellos hicieron política.
Por otra parte, creo que Largo Caballero supo resolver su particular enigma. Preocupado como estaba en la influencia que pudieran ejercer los comunistas en el gobierno republicano se esforzó por integrar en el mismo a la Confederación Nacional del Trabajo, matando así dos pájaros de un tiro. Por un lado creyó poner en marcha de este modo un mecanismo de contención mutua entre anarquistas y comunistas, que a la postre acabaron guerreando entre ellos dentro de la contienda civil, al tiempo que se valía de las colectivizaciones que la revolución social anarquista iba implementando en los territorios que controlaban para soportar una guerra que se preveía larga.
-Volvamos a estos tiempos, los de ahora, en los que también desde “algunas barricadas” se tarda en decidir si participar o no en política para cambiar las cosas. ¿Cómo lo ves?
-En la “barricada” no hacemos nada. En la barricada sólo podemos defendernos contra los que supuestamente nos acosan. Hay que salir del agujero. Hay que salir de la barricada con naturalidad, para poder explicar nuestras posiciones, sin dramatismo, esquivando la violencia para la defensa de nuestras ideas… así lo entiendo yo. Desde la barricada es difícil actuar y “crear” superando el onanismo intelectual. Se trata de compartir, de escuchar, de reflexionar, de evolucionar, de crear mediante la acción y por qué no, mediante la “acción directa”; es decir, participando de la vida pública. Se necesita una actitud más positiva y menos fatalista… menos victimista.
Cuando vas a una manifestación obrera y ves a algunos anarcosindicalistas, no todos para ser sinceros, que dicen estar convencidos, pero que tapan su rostro; cuando desde tu SOV te animan a formar una sección sindical en tu empresa pero luego no quieres participar en elecciones sindicales, perdiendo poder de decisión dentro de la misma, te instalas en el conflicto como única salida y reniegas del diálogo, y, si además de todo esto, te esfuerzas, en ocasiones, por llevar esta labor en secreto como si estuvieras haciendo algo ilegal, ni eres anarquista, ni sindicalista, ni nada, por más bandera rojinegra que enarboles ni por más proclamas grandilocuentes que grites contra el capital. Eres simplemente un ser temeroso que alimenta el estigma… has perdido la batalla, e imagino que ya sabéis quien la ha ganado. Apelo desde aquí a la valentía de los anarquistas posibilistas para salir a la palestra sin complejos.
-Entrar en política, “bajar a la arena” va en contra del ideal anarquista, pero es que, me da, no sé, quizás me equivoque, que para conseguir ciertas cosas hay que activarse más allá de la protesta, la calle, la indignación…
-Sí, es lo que digo, uno puede estar instalado en el antagonismo que quiera, pero a la hora de la verdad, hay que activarse como bien dices y ponerte manos a la obra con tus semejantes. Trabajar en soledad va contra natura. El hombre es un ser social y como tal ha de desenvolverse. Es necesario que los hombres y mujeres de inclinación anarquista se presenten en sociedad una y otra vez proponiendo sistemas de vida factibles y sueños verosímiles. Yo no quiero eliminar la utopía de mi vida. Yo quiero empoderarla y darle el lugar que se merece. Yo quiero darle un lugar visible…
-Es que, además, hay que motivarse porque lo que han hecho otros es desmotivar a la población…haciendo que las masas sociales sucumban en la desazón, en una especie de flacidez, incluso consiguiendo que la gente no fuese a votar….
-Claro, hay que motivarse… bajar a la arena. Es el único camino. Cada cual que lo haga como mejor entienda, siempre, eso sí, respetando los diferentes puntos de vista. Yo no voy a decir si la gente tiene que ir o no a votar, pues es una opción libre que tampoco desprestigia al ciudadano que así proceda. Si uno no se siente representado por ningún partido no veo motivo para que acuda a las urnas, a no ser que hablemos de voto útil y ese tipo de aspectos técnicos siempre presentes en las elecciones, pero no puedo, ni quiero, cambiar o presionar para modificar el sentimiento electoral de cada ciudadano, Si así lo hiciera, entonces, estaríamos hablando de coacción y de intentos de control ideológico. Si yo, como libertario así obrase, no sería más que un totalitario al más puro estilo nazi o estalinista.
-Este es un libro que “mirando y tirando de la figura de Ángel Pestaña” habla y pone muchas pistas sobre lo que es la política en la actualidad, ¿no? o ¿qué te sugiere?
-La política siempre ha tenido sus claroscuros, como toda actividad colectiva desarrollada por el ser humano. Según Max Weber, uno de los padres de la sociología, la política no está hecha para los santos. Visto así, podemos decir que la política no ha cambiado nada. El que quiera ganarse el cielo mejor que no se meta en política pues tiene que estar preparado a pactar con el mismísimo diablo si es preciso, siempre con sentido de Estado. Claro, que contar esto a un anarquista gestado en la ortodoxia es como pedir peras al olmo, pues esta posibilidad choca a priori con su esquema mental sobre la vida social, es decir: jamás entenderá formar parte de lo que considera un órgano de control como el Estado, justo aquello que quiere derribar.
En definitiva, la política actual y la del momento histórico que estamos tratando presentan muchas similitudes; la más preocupante bajo mi punto de vista es la alta polarización de los partidos y la radicalización de las ideas. Estas posturas enrocadas no auguran nada bueno: negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver. Ojala me equivoque, pero estas letras anarquistas describen muy bien la situación política actual tanto a nivel nacional como internacional.
-Es un libro que trata, además, de “la figura del líder”. Hay líderes y líderes…cuéntanos ¿en qué se diferencian aquellos líderes que venían de representar a los que peor lo estaban pasando de estos que lo hacen hoy en día?
-El tema del liderazgo es clave en este libro. Recuperar la figura de Pestaña y hablar del sector posibilista del movimiento libertario español no es nada habitual. Para las organizaciones libertarias hablar de liderazgo supone tocar un tema tabú que amenaza con romper las aureolas de este movimiento. Aureolas que responden más al deseo romántico de muchos correligionarios que proyectan con esta visión sus anhelos de lucha individual y rebeldía para el surgimiento de un mundo mejor. Se ha llegado a establecer como seña de identidad de lo libertario la ausencia de liderazgo en los medios anarquistas, pero la realidad es que han existido militantes a lo largo de la historia de este movimiento que han sido encumbrados por sus seguidores como ejemplos de coherencia, ascendencia moral y compromiso, y, que han impregnado y orientado con su carisma el devenir de la CNT y otros organismos obreros afines. Ángel Pestaña fue uno de ellos. Él, junto con Salvador Seguí y Joan Peiró o la familia Urales y Durruti en las antípodas dentro de la Confederación fueron líderes de opinión en su momento. En cualquier caso, hay una cosa que diferencia a todos ellos de los políticos de hoy. Aunque es difícil establecer el límite que separa a las dos formas elementales de entender la política, creo que aquellos representantes, aquellos líderes… entendían la política como una vocación antes que como una profesión, lo que no es malo per sé; ahora bien: la profesión sin vocación no sirve para nada. No creo en los políticos como meros gestores. El hombre político ha de ser un filósofo, un tanto visionario. No creo en el político “técnico”, creo más bien en el político que dibuja un horizonte idóneo y escoge a los mejores técnicos para lograrlo. Cada día estoy más convencido de que los políticos actuales han hecho de su capa un sayo y de sus partidos, así como de las cámaras, un coto exclusivo de promoción personal donde hacer carrera en los negocios malversando si hace falta, traficando con sus influencias y, a veces, robando al pueblo sin mayor excusa. Aunque no se puede generalizar y decir que todo lo político sea pestilente y similar a un nido de corrupción inmunda lo cierto es que huele bastante a rancio. Pero no debemos temer a la política ni a los políticos. La política ni es absurda ni es innecesaria. De igual modo, no todos los políticos son unos corruptos y unos ineptos. Hacen falta más hombres de estado, con más retórica y con mayor altura de miras, hombres que defiendan sus convicciones con responsabilidad, que defiendan sus idea; ideas que están más vivas que nunca dentro de nosotros. Contrariamente a lo que afirma Fukuyama en su obra “El fin de la historia y el último hombre”, pienso que las ideologías siguen guiando la política. El propio argumento del “fin de las ideologías” es categóricamente ideológico. En base a este argumento se nos presenta como algo natural e inevitable, por ejemplo, no sólo que se sucedan las crisis económicas, sino que estas favorezcan cada vez más la concentración de la riqueza en las clases más privilegiadas. No podemos ser tan ingenuos.
Quién sabe si los posibilistas volverán a estar representados en las Cortes; quien sabe si otro Ángel Pestaña aparecerá. De momento me conformo con saludar a esos partidos y coaliciones de nuevo cuño, de uno y otro signo, siempre demócratas, que intentan – veremos si finalmente con éxito – abrir las ventanas del hemiciclo para que entre aire fresco en la caverna. Quién sabe si algún día el Partido Sindicalista podrá resurgir de sus cenizas…
¡Salud y alegría!