Antes de entrar en materia quiero aclarar que yo no fui exactamente secretario de Durruti, como se dice en el título; no pasé de escribiente en su puesto de mando, aunque alcanzara en poco tiempo una posición de cierto relieve gracias a mi formación, superior con mucho a la de la gente que me rodeaba. Tampoco fui su consejero o confidente, entre otras razones porque Durruti no era hombre que se dejara manipular ni tolerase soplones.
Mis relaciones con él, sin ser nunca íntimas, se cimentaron en el mutuo respeto a nuestras ideas, tan opuestas como legítimas. Me trató a distancia pero con deferencia y yo le correspondí con lealtad, pues nunca olvidé su generoso comportamiento conmigo en situaciones por demás delicadas…
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