En su etapa de madurez, neoliberal y globalizado, senil y distópico, el capitalismo sigue apoyando y reforzando sus bases de acumulación y gestión en la explotación de las poblaciones y la apropiación privada de los recursos naturales del planeta. Las poblaciones son explotadas durante su edad activa en el reino de la producción, pero después son despojadas de sus derechos cuando se hallan en la edad de jubilación.
El mercado de trabajo, con la desregulación laboral (contratos temporales, bajos salarios, eliminación del salario mínimo, eventualidad, flexibilidad y movilidad geográfica, despidos baratos o inexistentes, proliferación de los falsos autónomos, etc.), ya facilita que el ataque al sistema público de pensiones por parte del sector financiero y crediticio, con la ayuda de instituciones públicas mundiales y gobiernos nacionales (1), logre reformas del mismo en el que se desposee de derechos sociales a la ciudadanía en general, y a las poblaciones trabajadoras en particular.
(1) Especialmente por parte del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la OECD, la Unión Europea y su Banco central, el Banco de España, y un largo etc.
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