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Cuando Heleno Saña defiende los derechos de las clases trabajadoras reivindica la dignidad del trabajo manual o la igualdad fundamental de todos los seres humanos más allá de su condición social o de su origen étnico, lo hace apoyándose en las enseñanzas de los grandes maestros y guías morales y espirituales de la humanidad y sus ideas imperecederas y de validez eterna sobre lo que significan el sentido de la vida y el camino del bien.

Parte de la tesis de que la vida humana sólo adquiere el sentido que por naturaleza le corresponde cuando está consagrada al servicio del bien en sus diversas acepciones, en primer lugar la lucha por el advenimiento de un mundo socialmente justo. Toda vida que, a la inversa, está guíada por el espíritu del lucro, la voluntad de poder, el egoísmo y otras deformaciones de carácter, está condenada de antemano a convertirse en una vida malograda y estéril, como es el caso de las minorías hegemónicas que a lo largo de la historia no se han dedicado más que oprimir, explotar y humillar a los estratos humildes de la población, como sigue ocurriendo hoy, en mayor o menor grado, en todos los países del mundo debido al dominio cada vez más feroz ejercido por el capitalismo salvaje a todos los niveles.