¿Es razonable pensar que una obra sobre el humor en la oficina pueda ser algo más que un vulgar catálogo de los chistes malos que se junto a la máquina de café? La respuesta sería no, claro, si no existiera The New Yorker, esa formidable revista estadounidense.
Tiene el lector en sus manos La oficina en The New Yorker, que se habría podido subtitular «Todo lo que me hubiera gustado decir o hacer en el transcurso de mi vida laboral si no hubiera tenido miedo a ser despedido», o también: «Todo lo que habría podido ver o escuchar en la oficina si hubiera sido invisible».
La oficina en The New Yorker es una antología compuesta por centenares de viñetas publicadas en la mítica revista desde 1920 hasta nuestros días, obra de ochenta artistas distintos, entre ellos algunos de los más destacados dibujantes de la revista, como Robert Mankoff, Leo Cullum, Tom Cheney, Peter C. Vey o Lee Lorenz.
Esta antología es un formidable retrato social que muestra temas y situaciones que a todos nos son familiares: el horror del lunes por la mañana, la importancia de las apariencias, las reuniones que se eternizan, la adicción al trabajo… nada escapa a la mordacidad de estos maestros del humor.
Un libro fundamental, porque nos enseña a ver algo tan cotidiano como el trabajo de una manera radicalmente distinta: con humor.
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